Pasan nueve minutos de las ocho de la mañana del 24 de junio. Ya es de día. El dron de la Guardia Civil que sobrevuela el límite fronterizo de Melilla con Marruecos capta imágenes de una columna de migrantes dirigiéndose a la zona del perímetro conocida como Barrio Chino. El helicóptero del instituto armado ya lo había hecho casi media hora antes. Aunque numeroso, en un primer momento parece estar compuesto por bastantes menos personas de las 1.700 que finalmente se congregaron. La Guardia Civil sabía desde el día anterior que había movimientos importantes de migrantes en los montes cercanos tras registrarse fuertes altercados en los bosques vecinos a Nador entre ellos y la Policía marroquí, que pretendía desalojarlos de allí. Sin embargo, nadie esperaba que al día siguiente se acumulara tan elevado número de personas para, de manera coordinada, intentar entrar en España. “En gran medida nos pilló desprevenidos”, admite uno de los agentes que formó parte de aquel operativo, que detalla que por ello en aquel momento solo había en el perímetro una docena de agentes, la dotación habitual. “¡Salto, salto… en Barrio Chino!” fue la alerta que lanzaron los primeros guardias civiles que vieron los primeros instantes de lo que sería una tragedia que costaría la vida a, la menos, 23 personas, la mayoría refugiados sudaneses.
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