Tenía que ser una semana centrada en la agenda política internacional. El Consejo de Ministros era casi de trámite. Todo el foco del Gobierno estaba puesto en Bali (Indonesia), donde se celebraba la cumbre del G-20. Al Ejecutivo se le había cruzado la polémica por la reforma del delito de malversación que reclamaba ERC y que le traía de cabeza, pero aún no había propuesta escrita encima de la mesa, así que se estaban controlando los daños. Pedro Sánchez había cerrado una reunión bilateral con Xi Jinping, el líder chino, y al día siguiente lograría entrar en una reunión extraordinaria de los grandes líderes del mundo por el nuevo bombardeo de Putin sobre Ucrania. La Moncloa miraba a Bali.
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