La solemnidad histriónica de la diputada de Vox anuncia la descarga de machismo de mujer que tantas veces exhibe el discurso de Vox. Pero incluso así cuesta, a bocajarro, entender que pueda estar diciendo lo que está diciendo una mujer adulta desde la tribuna de oradores del Congreso. Las zalamerías que su grupo gasta con la diputada poco después, ya en el patio del Congreso, ella sonriente y contenta, expresan de forma muy gráfica la parafernalia del trumpismo y su estrategia de ruptura: la descalificación de la mujer forma parte del repertorio del machismo femenino de Vox para expulsar a las mismas mujeres de la discusión política y despersonalizarlas como sujetos con criterio, profesión, especialidad o vocación. La sublevación de los diputados de la izquierda al completo estuvo justificada e iba más allá de la defensa de una ministra que ha recibido una cascada de insultos, improperios y descalificaciones muchas veces de estirpe ratonil sin relación con su gestión política o los posibles errores en la ley del sí es sí: el objetivo es la destrucción de la persona y la política, al margen de su papel.
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