La última vez que Aisha Yagoub, de 48 años, vio a su hermano menor fue en una videollamada el pasado 14 de junio. Ella estaba en Jartum, la capital de Sudán, y él en Marruecos, preparándose para cruzar a España. Se le veía más delgado. Contó que la vida en el bosque no era fácil, que llegaba a pasar dos días sin llevarse algo a la boca, que buscaba comida en la basura o que acababa repartiéndose una galleta entre cuatro. Aisha, por enésima vez, le pidió entre lágrimas que regresase a casa. Él, de 27 años, 21 menos que ella, volvió a negarse, la llamaba llorona. “Déjame ir, no estoy solo”. Se despidieron y la imagen de su hermano vestido con un polo a rayas azules, rojas y blancas despareció de la pantalla. Días después, la hermana recibió un mensaje de audio: “Aisha, estoy cruzando. Reza por mí”.
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