Entidades y agricultores de Níjar señalan al crecimiento de los invernaderos y la falta de vivienda como causas del colapso de Walili

Bajo la lluvia y el intenso frío, decenas de personas migrantes veían este lunes cómo varias máquinas protegidas por la Guardia Civil y la Policía Local de Níjar (Almería, 26.126 habitantes) destruían el poblado chabolista Walili, donde muchos residían desde hace varios años. “Nadie nos quiere alquilar una habitación, la única opción era vivir aquí”, sostenía Mamadou, joven senegalés de 25 años y vecino del campamento desde 2017. Sus palabras son la clave para entender lo que supone esta demolición, que es la punta del iceberg de una situación que afecta a unos 3.000 migrantes que habitan en alrededor de medio centenar de asentamientos solo en esta comarca almeriense. Son parte de la mano de obra que sostiene el milagro económico de los invernaderos, que en esta comarca han duplicado su superficie en 20 años, pero las entidades sociales creen que nadie ha reparado en ellos y su precaria situación se vuelve invisible desde hace años.

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Apenas un 10% de residentes de Walili son realojados

De los alrededor de 500 residentes de Walili, unos 450 —el 90%— se trasladaron a otros campamentos del entorno los días previos al desalojo. Apenas 50 llegaron el lunes al centro de emergencia promovido por el Ayuntamiento de Níjar en la barriada de Los Grillos, a unos ocho kilómetros al norte del asentamiento. Este martes las entidades sociales que lo gestionan no daban cifras de cuántos habían dormido allí finalmente. “No hemos hecho el recuento”, decían sobre las dos de la tarde. “No están mal aquí, al contrario. El problema fundamental es que el espacio está lejos de sus zonas de trabajo y no tienen medio de trasporte para ir”, explciaba Carmen Domínguez, presidenta de Médicos del Mundo en Andalucía. “Y el empleo es para ellos lo más importante”, subrayaba. Por eso muchos aseguraban que debían buscar otro lugar para dormir más cerca de las fincas donde son empleados.

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