John Githongo, keniata, activista contra la corrupción, aceptó ilusionado en 2003 un puesto específico para combatirla en el Gobierno del país africano. Dos años después pidió asilo en Londres. Cuando las autoridades empezaron a hacer lo contrario a lo que habían prometido, le explicaron: “Es nuestro turno para comer”. “Salvando las distancias, porque la democracia española es más fuerte”, explica Víctor Lapuente, catedrático de Ciencia Política, “la frase me recuerda a cómo aquí la lucha contra la politización de las instituciones es siempre una prioridad en la oposición, pero una vez en el poder prima el interés a corto plazo, el turno para comer”.
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