Bildu viene recorriendo una larga marcha en la que no vislumbra el final. Aunque participa plenamente desde hace años de la vida parlamentaria, la mayoría de los partidos democráticos no le conceden su completa homologación. El déficit que arrastra no es menor: su núcleo duro, Sortu, aún no ha dado el paso de reconocer de forma autocrítica su pasada complicidad con ETA.
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