No hay una sola acción política con consecuencias en una sola dirección. Desde su dolorosa derrota en 2008, precisamente después de cuatro años durísimos en los que se manifestó hasta ocho veces contra el diálogo de Zapatero con ETA y le soltó aquel durísimo “usted ha traicionado a los muertos”, Mariano Rajoy y su estratega jefe, Pedro Arriola, tomaron una decisión de fondo. Decidieron que no bastaba con movilizar a los propios con temas duros como el de ETA y la ruptura de España, como habían hecho los cuatro años anteriores. Además, necesitaban no movilizar a los de enfrente, la izquierda.
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