Aislamiento geográfico, bolsas de pobreza y abandono del Estado: el caldo de cultivo para el arraigo del fraude electoral en Melilla

Detrás de los juzgados de Melilla, donde hay abierta una causa por presunto fraude electoral, se alza una panorámica de la fortaleza renacentista, una de sus imágenes más icónicas y símbolo de la españolidad de la ciudad autónoma. Menos explotada, de fronteras para afuera, es la riqueza arquitectónica y social que supone la integración de la comunidad hispanobereber en la sociedad melillense. A lo que se suman tapas baratas, buenas playas y un abanico cultural, que, sin embargo, compiten con la “leyenda negra de Melilla”, a menudo objeto de malas noticias. La última, la de la operación de la Policía Nacional en la que se ha detenido a 10 personas como sospechosos por la compra de votos por correo. Una práctica delictiva arraigada desde finales de los años ochenta, y cuya raíz está también en los intentos de los partidos por hacerse con el voto de una comunidad musulmana cada vez más numerosa.

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