Súbito adelanto electoral que arruina el paseo militar de la derecha, la noche de los cuchillos largos en Ferraz y seis meses agónicos tras la derrota sin paliativos del 28-M. Hay algo de la épica del antiguo ciclismo alpino en la decisión, un cambio de ritmo en la pedalada que desconcierta a los rivales y recupera todas las miradas que seguían la carrera. También un indudable principio democrático: las grandes encrucijadas de un país se deciden votando. Pedro Sánchez, a pesar de todo, sigue siendo Cary Grant, no ya el del encanto irónico de las primeras escenas, sino el que resiste encaramado en el Monte Rushmore.
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