Que Sumar haya conseguido echar a andar es un hecho de relevancia para el resultado del 23-J. También porque esta unidad, aun siendo más electoral que programática, es extraordinaria al menos desde la génesis de Izquierda Unida en 1986. Si entonces el motivo fue dar una expresión organizada a las movilizaciones contra la OTAN, hoy existía la necesidad de revitalizar un espacio que, aunque logró llegar a La Moncloa, quedó exhausto y gravemente fragmentado: conseguir algo inédito desde la Segunda República no iba a salir gratis. Si la cohesión ha sido la primera meta de Sumar, su siguiente paso debería ser superar la pasada década encontrando un perfil propio: no se puede aspirar al futuro desde el museo sentimental del 15-M o el asalto a los cielos de Podemos.
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