Es cierto, como dice Pedro Sánchez en su respuesta a Feijóo, que “hoy disponemos de medios más ágiles para la interlocución que el diálogo epistolar”, pero quien elige la carta no busca inmediatez. También hay medios más ágiles para elegir parlamentos que meter papelitos en urnas, e incluso hay medios más ágiles de gobierno que la democracia, y no por ello vamos a renunciar a ella. A mí me gusta que los políticos se enfrenten a las decisiones morales y estéticas del protocolo epistolar: ¿empezar con “estimado” o “querido”? ¿Tratarse de tú o de usted? ¿Despedirse con una fórmula cortés u obviar la despedida, a lo burro? ¿A ordenador o a mano? Y si es a ordenador, ¿con qué tipografía? Son elecciones importantes que retratan a los corresponsales. Ojalá una democracia epistolar. Abogo por una reforma constitucional que obligue al Gobierno y a la oposición a relacionarse por carta. Es más, prohibiría los emoticonos y los mensajitos en las redes. ¿Quiere usted plantearle una propuesta a su rival? Pues pida el recado de escribir, como hacía Madame de Sévigné: escoja su mejor papel verjurado y esmérese en la letra.
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