El horror duró 50 minutos. Afuera, tiros. Adentro, silencio. La primera noche de los turistas retenidos en un pueblo rural en Etiopía fue la peor. Acababan de ser desviados a una pensión tras ser inmovilizados por las milicias Fano en pleno conflicto armado con el Ejército federal. “Aquí no les pasará nada”, les dijeron. No tuvieron elección. Dejaron sus pertinencias en unas habitaciones sencillas e hicieron lo único que podían: esperar. En un momento de la noche, llegó un aviso urgente de un hombre: “Suban a las habitaciones”. En el exterior, milicianos armados corren. Se escuchan disparos. El grupo se junta en una habitación y nadie dice nada. Silencio. La guerra llama a su puerta. Tiros. Gritos. Miedo. El viaje se convierte en un infierno.
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