La negociación por la Mesa del Congreso está poniendo a prueba la elasticidad de cintura de la coalición progresista y la capacidad para entenderse con sus potenciales socios, un escuadrón de partidos con intereses distintos y donde Junts per Catalunya ha decidido tirar fuerte de la cuerda. La formación que comanda Carles Puigdemont ha concentrado el protagonismo a costa de retar al PSOE y Sumar. El expresident catalán prófugo en Bruselas ha optado por diseñar personalmente la táctica, restringiendo los contactos a un reducido grupo de colaboradores. Pese a las urgencias por la composición de la Mesa y la investidura, Junts ha arrojado sobre la mesa un paquete de demandas que sobrepasa la coyuntura política y que prioriza diseñar un nuevo marco de relaciones entre Cataluña y el resto de España. Expresa de esta forma la idea de que tiene poco que perder, porque lo mismo le da tratar con un Ejecutivo del PSOE que con uno del PP. Sin embargo, una repetición de elecciones pondría al partido ante un desfiladero de incertidumbres: se arriesga a perder dos escaños que el 23-J logró retener por un escaso margen de votos, multiplica las dudas sobre el indulto a su presidenta, Laura Borràs, y la actual jefatura de la formación se expone a una sacudida interna para propiciar cambios en la dirección.
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