Una vez más, la presente coyuntura política obliga a una reflexión sobre el devenir de nuestra Constitución. Estamos al borde de los nueve lustros de aquel 6 de diciembre y desgraciadamente seguimos enredados con una Constitución que no acabamos de dar por supuesta. Felices los pueblos que no se ven obligados a atormentarse a diario con su Constitución. En esta ocasión, la pregunta de partida es, ¿por qué será que declaraciones del tipo “la Constitución es el límite”, antes que tranquilidad, producen inquietud?
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