Ya sé que Spain no es different, que nuestras supuestas rarezas y fatalismos son también paisaje cotidiano en muchos países, pero hay días en que esta convicción se pone a prueba y es muy difícil resistir la tentación de sacar el orteguiano pelma que uno lleva dentro y decir, como el filósofo en el otoño de 1931: “¡No es esto, no es esto!”. Quizá sería mejor tragarme la vergüenza ajena y comentar la letra pequeña y los interlineados de los discursos de este martes, como haría un columnista ante la actualidad política de un país que no fuera different, pero, vista la sesión, siento que no me queda otra que pellizcarme y constatar el estupor y la tristeza que todo demócrata, sin importar sus ideas y banderías, debería sentir.
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