Pedro Sánchez ya calienta motores a la espera de que el martes, si se cumplen las previsiones, Felipe VI le encargue ir a la investidura. Sin que hayan transcurrido aún 24 horas del final del intento fallido de Alberto Núñez Feijóo, el presidente del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE ha dado un paso al frente, arropado por la plana mayor del PSOE andaluz, en un acto multitudinario en La Rinconada (Sevilla) ―uno de los pocos bastiones socialistas que resistieron el tsunami de las derechas el 28-M—, solicitando la oportunidad de presentarse a una investidura que, en el escenario soñado en Ferraz y La Moncloa, podría acelerarse a mediados de octubre. Un calendario que dependerá en gran medida de ERC y Junts, que en estos últimos días han elevado sus exigencias, añadiendo a la amnistía la palabra tabú de la que ningún socialista habla: el compromiso de celebrar un referéndum de autodeterminación. Una línea roja que el PSOE ya ha dejado claro que no traspasará. La amnistía a los encausados del procés es otro cantar. A falta de que los socialistas bajen al detalle ―Sánchez ha dicho que hablará con “transparencia” una vez reciba el encargo del Rey―, la medida estaría condicionada a la renuncia a la unilateralidad, según fuentes gubernamentales.
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