La España de las casas vacías

La antigua casa de doña María, en Roelos de Sayago, un pueblo zamorano de 100 vecinos, es como viajar en el tiempo, agachado y con telarañas en la cabeza. Un rosario cuelga de una imagen de la Virgen para bendecir una cama donde yacen los restos de un tejado semicolapsado. Un bote de mayonesa caducada da la bienvenida a una cocina cubierta de polvo y moteada de excrementos de mosca y pájaros. La vivienda dejó de habitarse el verano de 2002 y desde entonces empezó a hundirse. Doña María salió del domicilio por problemas de salud y nunca volvió; tampoco sus herederos. La familia no mantuvo el inmueble y este ya forma parte del censo de viviendas españolas deshabitadas, un 14,4% del total y una cifra al alza en el medio rural. En el interior despoblado de la Península se vive una paradoja: los pocos con ganas de dejar las ciudades e instalarse en esos pueblos y aldeas al borde de la extinción chocan con dificultades para acceder a hogares bien conservados.

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