Culpables

Hace medio siglo, descubiertos los peores aspectos de los regímenes de la Unión Soviética, China, Cuba y similares, tuve amigos —de cuya limpieza de corazón no dudo— que no querían sentirse cómplices de dictaduras y aseguraban que ellos eran comunistas pero no estalinistas. La culpa de los abusos autoritarios y los disparates colectivistas no eran responsabilidad de una ideología errónea, sino de la mala índole de un autócrata criminal y los imitadores de su culto a la personalidad (Mao, Fidel, Ceaucescu, etcétera). Gracias a este subterfugio podían seguir siendo creyentes sin sentirse culpables, como los católicos cuya fe no vacila pese a la Inquisición (Javier Pradera lamentaba con humor su disforia ideológica diciendo “he sido comunista con Stalin y católico con Pacelli”). Por fin, los más despejados de esos herejes acabaron comprendiendo que lo malo era el comunismo, no los gerifaltes, a cual peor que indefectiblemente propiciaban esa aberrante doctrina.

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