En este juicio —cuyo veredicto se conocerá esta semana— casi todo ha girado en torno a una llave. Suelta, sin llavero, plateada, de cabeza redonda, de unos cuatro centímetros. Es la llave que abría la puerta exterior de la Finca de los Naranjos, en Alhaurín de la Torre (Málaga). Fue encontrada por agentes de la policía judicial de la Guardia Civil tirada en el suelo, detrás de una tinaja de barro, junto a la puerta de entrada a la vivienda, donde el 30 de abril de 2008 los asesinos de Lucía Garrido, de 48 años, la atacaron por la espalda. Sucedió a plena luz del día, hacia las 14.30, según los cálculos forenses. Su cuerpo, con un fuerte golpe en la cabeza y una herida de arma blanca en la yugular, fue hallado tres horas más tarde flotando en la piscina. Hasta allí la arrastraron sus agresores, la arrojaron al agua y la apuñalaron en el cuello para asegurarse de su muerte, según el análisis forense y la inspección ocular.
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