La secuencia es breve y rápida, casi imperceptible para quien no tiene el ojo entrenado. Dos jóvenes pasean por el céntrico paseo de Gràcia de Barcelona un viernes 8 de diciembre, festivo, a las cinco y media de la tarde. Van charlando, a cara descubierta. Uno pastorea un patinete, sin subirse en él, y el otro le acompaña. Parecen dos turistas más, o dos vecinos, en el avispero de visitantes que recibe la ciudad.
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