La situación política española continúa dominada por la confusión. Como en las malas series, que estiran las historias hasta hacerlas inverosímiles, las derechas han exagerado el guion original y ahora presentan sus pulsiones nacionalpopulistas como principios democráticos. Su rechazo visceral de los partidos independentistas (Bildu, Junts, Esquerra) y su terror ante cualquier indicio de interpretación plurinacional de nuestra Constitución se convierten, casi por arte de magia, en un intento de impedir la ruptura del Estado de derecho y la eliminación de la división de poderes. Precisamente porque utilizan un lenguaje supuestamente democrático, llaman “dictador” al presidente del Gobierno, califican de “golpe de Estado” al proyecto de ley de amnistía y piden ayuda a las instituciones europeas para salvaguardar nuestro orden constitucional.
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