Para intentar entender las cosas lo primero que hay que procurar es saber lo que significan. Y esto está empezando a ser extremadamente complicado. El partido que en España se declara constitucionalista lleva cinco años sin cumplir un mandato al que lo obliga la Constitución. Y un Gobierno que no deja de proclamarse progresista pacta con fuerzas que no tienen ni el menor rastro de esa sensibilidad. Esto sucede, además, dentro de la más estricta normalidad, con luz y taquígrafos, a nadie se le mueve ni un solo cabello. Lo dicen, lo afirman con solemnidad, lo repiten una y mil veces sin el menor remilgo. Esto es así, y punto, sostienen con desparpajo, sonríen y se dejan fotografiar. Poco se sabe, por lo demás, sobre lo que significa ser constitucionalista o qué es eso de creerse progresista en estos tiempos de tantos cambios vertiginosos que a ratos parece que se escapan de las manos. El delirio llega cuando fuerzas políticas que compartían parecidos proyectos se pelean a muerte por defender quiénes son los progresistas de verdad y quiénes los que hacen trampa.
Sé el primero en comentar en «La edad del pavo»