Esta tarde en la tribuna de invitados del Congreso se sentará una figura espectral, cubierta con una capa negra que solo deja ver dos refulgentes ojos rojos. Es el demonio de Laplace, un ser con la capacidad de conocer instantáneamente las opiniones de todas sus señorías sobre cualquier asunto y redactar una proposición de ley con el máximo número de apoyos.
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