El sueño de Podemos incluía un nuevo vocabulario que fue asentándose en nuestro diccionario cotidiano: donde se decía élite empezó a decirse “casta”, los ciudadanos se convirtieron en “gente” y los partidos se volvieron “confluencias”. Y esta —confluencia— ha sido quizá la palabra más espesa de ese universo que, por otro lado, tantos acogimos con la ilusión de los ingenuos sin remedio. A mí personalmente confluencia siempre me sonó a sucursal.
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