Confieso que no se me alcanzan las razones que explican que una formación de izquierdas como En Comú Podem haya dejado caer los Presupuestos de ERC y PSC por no ceder el voto de uno de sus diputados: sin duda eran unos Presupuestos imperfectos y seguramente mejorables, pero estaban claramente sintonizados con políticas de la izquierda. Los había negociado un Gobierno muy débil con la formación política que ganó de calle las últimas elecciones generales en Cataluña, el PSC. La operación de los comunes rezuma tacticismo político e incapacidad para discriminar las urgencias reales de la población y la misma situación socioeconómica (y estatal). Eso ha propiciado además otra decisión igualmente grave del presidente Aragonès: emplazar antes de las elecciones europeas de junio al ruido que generarán unas nuevas elecciones ―las catalanas del 12 de mayo― inmediatamente después de las vascas. No parece traducir demasiado respeto por la trascendencia de las europeas en las que no estará en juego si se hace un proyecto tan despreciable como el Hard Rock o no. Lo que estará en juego es si Europa se decanta claramente hacia una potencial alianza de la derecha y la ultraderecha. Y España es uno de los pocos países que puede contribuir a frenar esa tendencia detectada por múltiples sondeos.
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