Todos los que se dedican con intensidad a algo sueñan con ello. Es cosa del estrés: la mente no desconecta y sigue barruntando por su cuenta aunque el cuerpo se haya rendido. Es triste confesar que a veces sueño con política, sobre todo cuando se acerca el día de escribir esta columna y me viene a visitar la culebra de la ansiedad. Casi siempre son pesadillas, pero esta semana, al darle vueltas a la inminencia de las elecciones catalanas, tuve un sueño bonito.
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