Mario Onaindia, intelectual y dirigente del PSE-EE, poco antes de fallecer hace veinte años previó en su Guía para orientarse en el laberinto vasco que la Euskadi normalizada del terrorismo, con la izquierda abertzale incorporada a las instituciones, sería más nacionalista y de izquierdas. Esta previsión alcanza su cénit en estas elecciones vascas en las que su primera singularidad es la disputa por el poder de igual a igual entre PNV y EH-Bildu, acompañada de una renovación generacional. Su segunda singularidad afecta al contenido del debate en el que primará la preocupación por los problemas socioeconómicos sobre los identitarios del pasado, acentuado con los índices de la reivindicación independentista bajo mínimos. Y de una tercera en la que la gobernabilidad dependerá, previsiblemente, de un partido no nacionalista, el PSE-EE.
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