El problema de España es el soberano. Pero no nuestro celebrado rey ni el célebre brandi, sino el celebérrimo concepto de soberanía. Es decir, la creencia de que existe un ente abstracto depositario último del poder en la sociedad. Como señalan algunos constitucionalistas, la idea de soberanía es una peligrosa transposición, al contexto democrático, del concepto de soberanía monárquica.
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