Entró en escena cuando el reloj aún no había dado las nueve de la mañana y quince minutos después ya había desaparecido. El zarandeo que le dio Carles Puigdemont este jueves a la política catalana duró el mismo rato que un recreo. Llegar, fotografiarse y volver a marcharse. Puigdemont reapareció en Barcelona, seis años y diez meses después de haber huido a Bélgica para burlar la acción de la justicia. Se dio un fugaz chapuzón de masas antes de ocultarse de nuevo. Especialista en tratar de desafiar a la ley y a las instituciones del Estado, su última cabriola merma el crédito de pilares de la institucionalidad catalana: los Mossos d’Esquadra y la propia Generalitat. Su partido trató de alterar el ritmo del Parlament.
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