Cómo arreglar los problemas del periodismo

Cuando las cosas no funcionan, es preciso cambiarlas. Una definición de la locura es repetir los mismos actos y esperar un resultado diferente (por lo visto, es una frase falsamente atribuida a Einstein; en el caso de la afirmación “la educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela”, que aparece en un anuncio del Ministerio de Educación, lo que sin duda es fake es el ministerio). Hace tiempo que las ruedas de prensa dejaron de ser útiles en política. Hay problemas con el reparto de preguntas, los periodistas rara vez plantean las cuestiones adecuadas y los políticos responden hablando de otra cosa. Con desalentadora frecuencia, solo dicen algo pertinente cuando cometen un lapsus: es lo que le sucede a Yolanda Díaz. Las entrevistas tampoco resultan satisfactorias. Enfrentarse al típico periodista impertinente es desagradable y no hemos venido aquí a sufrir: bastantes problemas tenemos como para llevarnos más disgustos. Por eso, cada vez es más común que los políticos prefieran que solo los entrevisten medios ideológicamente cercanos. Es una forma de evitar la polarización. Ha habido otros intentos meritorios, como filtrar las preguntas o pactarlas, para evitar esos momentos desagradables que no benefician a nadie. Pero necesitamos un cambio de modelo.

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