El domingo se publicaron en este periódico las fotografías de algunas de las personas que fallecieron en Valencia hace un año tras el devastador paso de la dana. Las imágenes, pequeñas, aparecían colocadas una detrás de otra en tiras sucesivas, de arriba abajo. Se publicaron en blanco y negro, tenían dimensiones muy parecidas a las que se incluyen en los documentos de identidad. Cada una era muy distinta a la siguiente, alguna incluso parecía de otra época. Casi todos miraban de frente, muchos sonreían, a otros los habían pillado en otra cosa, concentrados o sorprendidos, atentos a alguna circunstancia externa. En esos rostros se resume la tragedia entera, están ahí presentes cuando en realidad ya no están. Se los llevó la corriente, se los tragó, los arrancó de la vida para empujarlos a otra parte. El dolor, la rabia, la tristeza: esas fotos, minúsculas y mudas, están cargadas de muchas de las emociones que sigue produciendo aquella brutal e inclemente riada.
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