La política española se ha instalado en la ciclotimia y nadie se libra de ella. Hace solo cinco meses, el PP se desangraba a la vista del público y Vox empezaba a soñar con comandar la derecha. Hoy, cada encuesta es un motivo para descorchar cava en la sede popular, mientras los de Santiago Abascal parecen achicarse poco a poco. No ha pasado ni un mes y medio desde que las elecciones andaluzas hundieron al PSOE en la depresión. La cumbre de la OTAN y el debate sobre el estado de la nación han levantado el ánimo de los socialistas, que se irán de vacaciones con un renovado optimismo y el convencimiento de que nada está perdido, pese a la pujanza del PP de Alberto Núñez Feijóo y a la amenaza de un otoño borrascoso si Vladímir Putin decide cerrar el grifo del gas a Europa.
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