Charo Abadía dejó la mesa puesta. La mujer, de 61 años, huyó el sábado a mediodía de las llamas junto al resto de vecinos de Añón, pueblo de la comarca del Moncayo. No cogió muda, ni enseres, ni siquiera los objetos personales de mayor valor sentimental. Apenas había empezado a degustar junto a su familia unas lentejas caseras que había cocinado con mimo durante la mañana cuando la televisión y la luz empezaron a fallar. La señal iba y volvía hasta que todo se apagó definitivamente. El cierzo, que “ni trasnocha ni madruga” según un dicho de los moncaínos, empezó a azotar con intensidad y tumbó algún poste de luz, en lo que pudo ser una de las causas del incendio.
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