Hay algo, explica Laura Morro, que conecta un atentado terrorista y la covid: el silencio. “Una ciudad que hace tanto ruido como Barcelona, sales de casa y no oyes nada”, recuerda esta mujer de 52 años, sobre el 17 de agosto de 2017, donde fueron asesinadas 16 personas en Barcelona y Cambrils en un ataque que dejó además centenares de heridos. Morro asistió a 22 víctimas de los atentados como trabajadora social del hospital del Mar, donde hace 25 años que trabaja. No guarda contacto con ninguna de ellas. “El seguimiento no era nuestra función”, explica, y la inmensa mayoría eran turistas. “Pero si dicen que no se sienten acompañadas, no podemos polemizar, no podemos decir que es mentira. Si lo sienten así, para ellas es así, y es algo debemos cambiar como comunidad”, afirma, contundente, sobre el pesar que muestra la principal asociación de víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils cinco años después.
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