Los golpeados por la peor tragedia ferroviaria de la democracia española no han sido unas víctimas “de lágrima”. Su dolorosa pelea “contra el aparato del Estado” ha sido “muy técnica”, recalcan ellos. Poco después de salir vivos del amasijo de hierros del tren Alvia que se estrelló el 24 de julio de 2013 en la curva de Angrois de Santiago de Compostela, o de descubrir que habían perdido a las personas que más querían, sospecharon que algo se les ocultaba y se convirtieron en expertos. Estudiaron al dedillo la legislación, un sinfín de informes, peritajes, normativa comunitaria… Transcurrida casi una década del accidente que acabó con la vida de 80 personas e hirió a 145, han logrado que, junto al maquinista que pilotaba aquel tren de alta velocidad, Francisco Garzón, se siente en el banquillo un cargo público, el exdirector de Seguridad en la Circulación de Adif Andrés Cortabitarte.
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