Sucedió hace unos meses en un céntrico e histórico restaurante del Paseo Mallorca de Palma, frecuentado por empresarios, abogados y gente bien de la isla. El rey del imperio del ocio nocturno mallorquín Bartolomé Cursach compartía mesa con uno de sus íntimos cuando todavía quedaban semanas para que arrancara en la Audiencia Provincial el juicio del que finalmente ha salido absuelto después de que la fiscalía retirara todas las acusaciones que pesaban sobre él por presuntos sobornos a policías para que hostigaran a su competencia. Cuenta uno de sus interlocutores durante ese mediodía que Cursach se encontraba contrariado y quejoso por su paso por la cárcel, en la que estuvo 13 meses hasta que le concedieron salir tras el pago de un millón de euros. Especialmente amargo fue el tiempo que pasó alejado de la isla en Valencia, donde fue trasladado después de que algunos testigos del caso denunciaran amenazas del entorno del empresario. Ante los presentes, afirmó que no cejaría en su empeño de que dos jueces y un fiscal entraran en la cárcel por lo que le habían hecho pasar.
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