No es una victoria simbólica: el aborto es la diana del cuestionamiento de los derechos adquiridos con mucha dificultad por las mujeres, amenazados hoy por una agenda global reaccionaria. Y lo que es peor, se está haciendo con apoyo institucional. En España, 12 años después de su aprobación, el Tribunal Constitucional ha avalado la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo que el Partido Popular recurrió en 2010. Blindarlo constitucionalmente envía un poderoso mensaje internacional, pero también en clave interna. Los derechos de las mujeres forman parte de una lucha planetaria que solo avanza a través de un feminismo fuerte, unido e institucionalizado. Y esas luchas tienen verdaderos efectos cuando se centran en transformar la realidad y no se pierden en debates teóricos que, aunque importantes, ni la política ni el derecho pueden solucionar.
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