Castilla-La Mancha es un territorio de contrastes electorales: tiene un voto mayoritariamente conservador en elecciones generales, pero la comunidad autónoma siempre ha estado gobernada por el PSOE, salvo el cuatrienio (2011-2015) en el que la presidió María Dolores de Cospedal. En los comicios regionales de mayo de 2019, por ejemplo, los socialistas cosecharon más votos (44%) que la suma de PP y Vox (39,8%). Sólo unos meses más tarde, en las generales de noviembre de ese año, los partidos de la derecha obtuvieron el 49% de respaldo electoral, frente al 42,7% de la izquierda. Esa tensión política entre los dos polos se mantendrá en los comicios del próximo 28M. La legislación electoral que rige en Castilla-La Mancha implica que al socialista Emiliano García-Page no le valga con ganar: necesita arrasar, sobre todo si el debilitamiento de Unidas Podemos iniciado hace cuatro años se confirma. La macroencuesta del CIS señala que los socialistas obtendrían el 47,2% del voto, entre 16 y 22 escaños y el PP, entre 9 y 11.
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