“¿Dónde vamos, mamá?, ¿por qué hay tanta gente en este barco?”. La pregunta era obvia, pero la respuesta endiablada y Ndeye Sarr despejó como pudo el interrogatorio de su hija de nueve años: “No lo sé, pero creo que vamos a España”. La niña insistió: “¿Y podemos traer a mis hermanos? No quiero ir sola”. “No, ya es tarde, no podemos bajar del cayuco”, zanjó la madre mientras intentaba no marearse. Comenzaba un viaje de siete días y sus siete noches en alta mar.
Sé el primero en comentar en «Solas en el cayuco»