Los políticos ansían el poder. Decir esto parece una obviedad, pero merece la pena comenzar por aquí. Hay algunos que quieren gobernar por pura vanidad sin convicciones, que son arribistas carentes de escrúpulos. Hay otros que necesitan el poder no tanto como un fin en sí mismo, sino como un medio para desarrollar su proyecto de sociedad. Si uno concibe el poder en sentido amplio, este es un punto de partida para entender a nuestros representantes, pero también es una premisa que nos resulta incómoda. Stephen Medvic, en In defense of politicians, argumenta que nuestro malestar con los políticos tiene mucho que ver con eso, con una trampa de expectativas entre lo que les pedimos a nuestros gobernantes y lo que realmente pueden darnos. Esto explicaría nuestra permanente insatisfacción con ellos, nuestro malestar democrático.
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