Vox nos da igual

Uno de los principales problemas a los que se enfrenta la derecha española es no haberse dotado de un discurso cultural que le permita marcar distancias con Vox. Así, una gran noche Esperanza Aguirre anima a invadir la vía pública para protestar frente a la sede del PSOE y, de repente, sin darte cuenta, tienes trumpismo cotidiano en su variante cañí o cayetana sin que se activen las alertas democráticas del sector conservador al ver en directo cómo tu lideresa llama “hijo de puta” al presidente del Gobierno al tiempo que coagula en la calle un movimiento neofranquista que patrimonializa con violencia una idea excluyente de nación. No ha sido casualidad. Desde 2018, apenas se ha elaborado una alternativa moderada; solo valía la ofensiva. Durante los últimos años, tras la implosión de Ciudadanos, la mayoría de los satélites intelectuales que están orbitando en torno al PP han concentrado sus esfuerzos ideológicos en la construcción del monstruo del sanchismo. Ahora, de una manera agónica, llevan hasta el paroxismo esta apuesta militante. La paradoja es que, a pesar de presentarse como adalides de la defensa del Estado de derecho, no están en condiciones de reaccionar cuando conceptos como dictadura, golpe de Estado o guerra civil se normalizan en el debate político. Mejor hagámonos unas risas: me gusta la fruta porque, en realidad, Vox nos da igual.

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