El orden del ciclo electoral en el que estamos es bien sabido, autonómicas en el País Vasco y Cataluña, y después las europeas. De lo regional y pequeño ―sin ninguna intención despectiva, claro―, a lo supranacional. El calendario habrá colocado a quienes en ellas participan ante una manifestación más de eso que llamamos “gobierno multinivel”, que es una manera bastante adecuada de expresar la forma en la que la gobernanza se ordena en el espacio. Desde una perspectiva jurídico-administrativa, se antoja como bastante simple, es una cuestión de distribución de competencias entre diferentes instancias geográficas de decisión. Otra cosa es ya su adaptación a lo identitario, al vínculo predominantemente emocional que cada una de esas espacializaciones tienen con el ciudadano. El hecho de que las dos elecciones primeras se vean rasgadas por fracturas identitarias mientras que la tercera sea más fría y distante ―enseguida veremos que solo lo es en apariencia―, nos permite sacar a la luz sus muchas similitudes y diferencias y las dificultades de conjugar la política a diferentes escalas.
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