La mesa de Manuel Fraga llama poderosamente la atención en el despacho de Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, Ourense, 61 años) en Santiago. Feijóo tiene buen color después de unos días de asueto en la ría de Vigo, y tras esta conversación irá a un encuentro con Mariano Rajoy, del que es discípulo aventajado tanto para lo bueno (un tono sereno y cierta facilidad para la distancia corta) como para lo malo: desdibuja una y otra vez los contornos de su relato político y está decidido a ir a la contra, a lomos de las encuestas, en los 16 meses que deben quedar para las elecciones. Atrás queda la promesa de su primer discurso, con aquella voluntad de desterrar las hipérboles: Feijóo arremete contra Pedro Sánchez hasta el punto de tildar de “autoritario” el decreto de energía. Su política económica es la del PP de toda la vida, bajar impuestos, pese a que el déficit y la deuda hacen prácticamente inviable esa jugada. La primera regla de la política es ganar elecciones; ahí Feijóo se ve fuerte y solo se pone un pero: el PP necesita más votos en Cataluña. Y a poco más de un año de la cita con las urnas, endurece el tono por varios flancos y fía parte de su apuesta a la próxima crisis, con la inflación, el cierre del grifo del gas por parte de Putin y la sobredosis de incertidumbre de los últimos tiempos.
«El objetivo es la ingeniería social para ideologizar España»
El PP ha votado tradicionalmente en contra de conquistas sociales, e incluso litiga en las altas instancias jurídicas mientras está en la oposición, pero luego difícilmente desanda ese camino al llegar al Gobierno. Cuestionado sobre qué haría si llega a La Moncloa y el Tribunal Constitucional avala la ley del aborto, o sobre la ley que regula la eutanasia, el presidente del PP se muestra tajante: “Sobre leyes que afectan a cuestiones morales, éticas, a creencias personales, si queremos que tengan vocación de permanencia es bueno hablarlas con quienes no piensan como tú e intentar llegar a acuerdos. Hay una discusión sobre si una menor que no puede conducir sí puede abortar. ¿Esa no es una discusión legítima? En muchos países eso es ilegal”. ¿Reformaría entonces Alberto Núñez Feijóo esa ley si alcanza la presidencia del Gobierno? “Le estoy diciendo que una menor de 16 años necesita el consentimiento de los padres para poder abortar. Eso es lo que pienso”, replica.
Sobre la eutanasia, el líder popular considera que Galicia es “una de las comunidades con testamento vital y con unas declaraciones de últimas voluntades más avanzadas. En determinados supuestos procede el testamento vital básico. Sin duda”. “Pero aquí el objetivo es una ingeniería social para ideologizar España. Yo nunca utilizaría leyes que colindan con aspectos morales y creencias personales para imponer mi ideología. Intentaría consensuarlas. La ley del aborto de Felipe González duró décadas. La de Zapatero se hizo de forma unilateral, y ha durado menos”. ¿Se opone el PP a esas conquistas sociales, pero las deja después intactas cuando llega al Gobierno? “Lo que intento plantear es que esa uniformidad ideológica me parece corta de miras y se hace para huir de las necesidades reales del país: hoy somos más pobres, el 28% de la población está en riesgo de pobreza”, pese a que ese porcentaje es similar al que cosechó el Gobierno de Mariano Rajoy en plena Gran Crisis.
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