Como soy goloso y agradezco desde niño el regalo dulce de Inés Rosales, nunca me he sentido cómodo con el refranero cuando repite eso de “A falta de pan, buenas son tortas”. Respeto la sabiduría de Gonzalo Correas en su Vocabulario de refranes (1627) y sé que en la España medieval el pan se hacía con buena harina de trigo y levadura, mientras que las tortas se aplastaban para que la falta de calidad de sus ingredientes resistiese mejor el paso del tiempo. Pero uno carga con la harina materna de su experiencia, así que siempre he preferido las tortas de aceite Inés Rosales, o las tortas dormías de la sierra de Segura, frente al pan, pan, aunque admito las dudas cuando se habla del vino, vino. El caso es que mi condición de goloso me ha hecho estar más interesado de la cuenta en los matices del pan y las tortas. Prefiero las tortas.
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