Radiografía de los discursos de Sánchez y Feijóo: contradicciones y mensajes entre líneas del ensayo general de la legislatura más bronca

La primera sesión del debate para la tercera investidura de Pedro Sánchez anticipa cómo será la legislatura: muy bronca, dentro y fuera del Congreso. El candidato socialista pidió el voto como oposición al modelo “reaccionario” del PP y Vox, cuya descripción ocupó la mayor parte de su discurso. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, explotó el cambio de postura de Sánchez respecto a la amnistía y anticipó una movilización constante en la calle. Lo que sigue es un análisis de las intervenciones de ambos políticos, cargadas de contradicciones y mensajes entre líneas.

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Sánchez nombró al elefante en la habitación, la “amnistía”, cuando llevaba casi una hora y media hablando en la tribuna del Congreso. Era la parte más complicada de su relato porque hasta las elecciones generales del pasado julio había negado que esa medida fuera constitucional y se había jactado de que los independentistas no la hubieran conseguido. Al igual que hizo en el Comité Federal del PSOE del pasado octubre, Sánchez admitió que la amnistía es un peaje a pagar para mantenerse en el Gobierno: “Las circunstancias son las que son y toca hacer de la necesidad virtud”, dijo, al tiempo que trató de justificar el “interés general” que motiva la ley y los pactos necesarios para su investidura en el rechazo a la alternativa, esto es, la reproducción a nivel nacional de los pactos autonómicos del PP y Vox, que definió varias veces a lo largo de su discurso como “ola reaccionaria”.

Otros lo hicieron y antes que yo, vino a decir Sánchez cuando, para defender la ley de amnistía, recordó que gobiernos del PP habían aprobado medidas de gracia desde el poder, como los 1.400 indultos que concedió el Ejecutivo de José María Aznar en un solo día, en diciembre de 2000. En cuanto a los de la organización terrorista catalana Tierra Lliure, se aprobaron durante el primer gobierno del PP, en 1996, pero fue el ejecutivo socialista anterior, presidido por Felipe González, quien los puso en marcha: de hecho, fue una de las últimas medidas de gracia rubricadas por el Gabinete del PSOE, entonces en funciones, pero no se hizo efectiva porque en el traspaso de poderes al expediente de indulto no se le dio el trámite administrativo y no se publicó en el Boletín Oficial del Estado. Los populares, como recordó Sánchez, sí pactaron la cesión de competencias cuando necesitaron los votos de los nacionalistas vascos y catalanes para la investidura. Por ejemplo, en 1996, Aznar cedió a Cataluña las competencias de tráfico, el traspaso de la gestión de los puertos de interés general a las autonomías y la reforma de las leyes del suelo y de costas.

Sánchez utilizó, para la amnistía, el mismo argumento al que recurrió para justificar los indultos del procés: la pacificación y la convivencia. Pero al hacerlo, incurrió en una doble contradicción: por un lado, según su propio relato previo a la investidura, Cataluña estaba ya pacificada, y por otro, la crispación política y en la calle no ha desaparecido, ha cambiado de sitio: de Cataluña, a las masivas concentraciones de protesta convocadas por el PP en las capitales españolas y las que se han producido frente a la sede del PSOE en Madrid, sin autorización previa y alentadas por Vox.

Sánchez dedicó la mayor parte de su discurso inicial y de su réplica a Feijóo a presentar al bloque de su investidura como alternativa a los pactos de la derecha y la extrema derecha, es decir el candidato a la presidencia del Gobierno de España se presentó como oposición o dique de contención de los ejecutivos autonómicos bipartitos de PP y Vox, sus medidas e ideología. Así, el líder socialista recordó que los socios ultras de los populares niegan la violencia de género y el cambio climático y acusó a Feijóo de ser el líder del PP que más ha favorecido el avance de la extrema derecha en España. Pese a que gobierna desde la moción de censura de 2018, Sánchez también se remontó, en numerosas ocasiones, a la herencia recibida de los Gobiernos de Mariano Rajoy, por ejemplo, al hablar de los recortes que lastran el Estado del bienestar.

Tras varias semanas en las que el PP y Vox han puesto en duda la legitimidad del Gobierno que saldrá de este debate de investidura, Sánchez reinvidicó su mayoría tras el intento fallido de Feijóo, que no reunió el pasado septiembre los votos necesarios para ser investido presidente. El líder socialista se burló, en la réplica al líder de los populares, de los acercamientos del PP al PSOE – “para derogar el sanchismo”- y a Junts, partido que ahora demonizan. También de la frase: “No soy presidente porque no quiero”, que Feijóo ha repetido en los últimos meses para destacar su rechazo a las exigencias de los independentistas, obviando que incluso si decidiera aceptarlas no tendría votos suficientes para salir investido porque perdería el apoyo de Vox.

Tras citar declaraciones de Sánchez asegurando que nunca pactaría con Bildu, que nunca aceparía la amnistía y que traería de vuelta a España a Puigdemont para que rindiera cuentas con la Justicia, Feijóo insistió, como vienen haciendo todos los dirigentes del PP, en que la investidura del líder socialista, pese a contar con los votos necesarios, es un fraude electoral porque la amnistía no figuraba en el programa con el que el PSOE se presentó a las elecciones. Es cierto. Tampoco eligieron los votantes del PP los pactos postelectorales del partido con la extrema derecha o la subida de todos los impuestos tras las elecciones de 2011 después de que Mariano Rajoy se hubiese comprometido a bajarlos todos en la campaña electoral. Nada de eso convierte a los gobiernos presididos por los populares en ilegítimos.

Feijóo dejó claro cuál va a ser su principal arma de oposición al Gobierno: la calle. Reivindicó el éxito de las concentraciones de protesta convocadas el pasado domingo por el PP en toda España y las utilizó para negar el argumento de pacificación y mejora de la convivencia con el que Sánchez defiende la ley de amnistía. También recordó el líder de los populares a la vieja guardia del PSOE que ha expuesto su oposición a la medida, entre los que citó a Felipe González, Alfonso Guerra o Nicolás Redondo.

El presidente del PP negó que pueda llamarse a la amalgama de partidos que favorecerán la investidura de Sánchez una coalición progresista o de izquierdas. Se refería a Junts, antigua Convergencia, y al PNV, partido liberal en lo económico y anticipaba las discrepancias que puede haber en ese bloque, ya que algunas medidas del Gobierno, como el impuesto a las energéticas o a la banca, provocan el recelo de los nacionalistas vascos. Tampoco dejó escapar el líder de la oposición el malestar de Podemos dentro de Sumar y el hecho de que Irene Montero no vaya a repetir como ministra de Igualdad tras el fracaso de la ley del solo sí es sí, que tuvo que ser enmendada en el Parlamento y que en su día fue una decisión colegiada del Consejo de Ministros.

Feijóo elevó varios decibelios el tono en su réplica a Sánchez, al que llegó a acusar de preferir que los expresidentes Aznar y Rajoy estuvieran muertos. El líder del PP, que en su primer discurso como presidente del partido, en abril de 2022, prometió “sacar a la política española del enfrentamiento y de la hipérbole permanente” porque “la moderación”, dijo, “no es tibieza”, sugirió que lo próximo podría ser un referéndum de autodeterminación -el acuerdo entre el PSOE y Junts no lo recoge-, una nueva amnistía cuando los independentistas repitan el golpe, si es que los delitos, afirmó, no se han “eliminado ya del Código Penal”, o una “amnistía etarra”. “¿Cuál es el pacto encapuchado con el señor Otegi?”, se preguntó. También defendió a Ayuso, aludida en varias ocasiones a lo largo del debate, y a la que Sánchez se refirió como “líder intelectual del PP”, es decir, quien marca la agenda y el tono de Feijóo, como hacía con su predecesor, Pablo Casado.

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