Carles Puigdemont apura los plazos de la negociación para la investidura de Pedro Sánchez mientras hace equilibrios para mantener abierta la ventana de oportunidad que le dio el resultado electoral del 23-J. En la recta final de esa negociación, el expresidente catalán, que se marchó a Bélgica en 2017 para evitar ser juzgado, trata de arañar protagonismo y contrarrestar los logros que ya ha alcanzado Esquerra Republicana (ERC) en materia de financiación o con el traspaso de los trenes de la red de Rodalies. Puigdemont ha puntualizado que se deben ensanchar los términos de la amnistía y meter bajo el paraguas del carpetazo judicial a personas de su círculo de confianza, pero lo hace moderando el tono para no hacer descarriar un pacto que supone poder abrir una sucesión de puertas en cadena. Si hay apretón de manos con el PSOE, al expresident se le allana el camino para regresar a España, se revitaliza su figura como negociador, y su partido gana oxígeno en un momento en el que tiene escasas cuotas de poder. Las elecciones autonómicas en Cataluña están previstas para febrero de 2025.
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