Gonzalo Queipo de Llano y Sierra no estaba destinado a dirigir la sublevación franquista de 1936 contra la República en Andalucía. Al teniente general, nacido en Tordesillas en 1875, se le situaba en Valladolid, pero el golpe estaba muy bien preparado en Sevilla por el comandante José Cuesta Monereo y el cerebro del alzamiento, el general Emilio Mola, que no se fiaba de Queipo, decidió enviarlo allí. “Que acabara en Sevilla es una casualidad. Cuesta Monereo lo organizó todo, pero no quería protagonismo y a Queipo sí le gustaba figurar”, explica el historiador Francisco Espinosa Mestre. Su forma brutal de ejercer la represión dejó 45.000 muertos y un rastro de terror, escarnio, dolor y silencio en sus familias durante décadas.
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