El Gobierno mantiene en un limbo al sudanés que pidió asilo en la embajada española en Rabat: “Me siento como un zombi”

Un agudo dolor en la sien recuerda a Basir todos los días que no es libre. Las jaquecas llevan tiempo machacándolo, pero no puede ir al médico porque no quiere que su nombre figure en ningún registro. Escondido en una ciudad marroquí desde hace mes y medio, ni siquiera se atreve a acercarse a la farmacia a por una caja de paracetamol. Tampoco tiene dinero para comprarlo. Hay momentos en los que este joven sudanés de 24 años, que pide no revelar su verdadero nombre, quiere acabar con todo. En otros, se resigna a contar los días que le quedan para que “algo bueno” le ocurra por fin en su vida. Pero la cuenta puede ser infinita y la cabeza, a la que da vueltas y vueltas, no deja de dolerle. “No puedo más. Estoy realmente cansado de mi vida y me siento como un zombi”, cuenta a EL PAÍS por teléfono desde su escondite.

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