La próxima campaña a las elecciones europeas esboza un panorama político inquietante. El pragmatismo de Meloni, más deseado que real, crea el espejismo de que la entrada de los populismos esencialistas y soberanistas en gobiernos europeos quizá no sea tan problemática pues, al cabo, para evitar problemas con Bruselas, Meloni parece haber cambiado su lenguaje económico. Mientras nos consolamos con eso, otra ultraderechista, Marine Le Pen, espera agazapada su oportunidad para tomar el Elíseo, lo que plantea una urgente cuestión: ¿sobrevivirá la idea cívica de Europa, inseparable del espíritu de una unión federal, al vuelco de dos mujeres ultras al frente de dos países fundacionales de la UE? Ambas defienden una Europa blanca de naciones, y es inevitable recordar la contribución al sueño europeo de otras mujeres, como Ursula Hirschmann, berlinesa nacida en 1913, antifascista, feminista y socialdemócrata, y cofundadora del Movimiento Federalista Europeo.
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